jueves, 13 de noviembre de 2008

SOBRE LA INDIFERENCIA Y LOS ÁRBOLES QUE PERDIMOS

Actualmente, el grado de indignación en México crece día con día. La guerra contra el crimen organizado cada vez se torna más sangrienta y ya cobra víctimas civiles. Los secuestradores y asesinos permanecen impunes. La voracidad de los políticos por conseguir posiciones de poder entorpece el funcionamiento pleno del estado mexicano. Eso lo vemos en las noticias, pero también, los abusos cotidianos nos sobrepasan. Se podría decir que la mayor parte del día tenemos que soportar situaciones que nos indignan, que rumiamos en nuestro interior, nos ponen de mal humor, comentamos con nuestros amigos y olvidamos por la noche, para despertar al día siguiente a una nueva jornada en la que nada cambia. No cambia porque no hacemos nada, y no hacemos nada solo para evitar conflictos.

Adoptamos una existencia basada en adaptarse a las circunstancias, vivir sin oponer demasiada resistencia, sin forzar cambios o exigir reformas, porque la paz se alcanza en la conformidad, en la ausencia de deseos y de pretensiones vanas, el paraíso no esta hecho para los que quieren algo mejor, sino para los que disfrutan lo que tienen.

La indiferencia entonces se vuelve nuestra forma de vida. Pero la indiferencia anula las posibilidades de interés humano mutuo: “que el resto haga lo que quiera, que a mí me da lo mismo”. Ese desinterés anula parte de nuestra humanidad y no sólo eso, como efecto colateral nos manda a respetar lo que es indebido. Esa posición es opuesta a la naturaleza humana que ama, que se inquieta y que se preocupa cuando ve que algo no anda bien. Tenemos la obligación de señalar el error, lo que creemos que es malo y decirlo. Quedarse callado sería una falta mayor, una de omisión, de falta de ayuda a los demás.

Adoptar una posición crítica en muchas ocasiones es mal entendida. Se cree que quien señala y denuncia hechos que considera equivocados o dignos de atender solo lo hace por posiciones personales o incluso, como lo señalaron hace poco algunos políticos en nuestro estado: “son gente que no tiene nada que hacer”. Lo cierto es que cada caso es distinto y en muchas ocasiones asumir una posición crítica tiene que ver con el genuino deseo de mejorar y defender lo que se considera valioso. Y esto es indiscutiblemente necesario para la sociedad y la democracia.

El Grullo parece que no es ajeno a la indiferencia. Se realizan obras, se toman decisiones, y las inconformidades no trascienden las pláticas entre vecinos, las discusiones en los bares, y los alegatos en reuniones familiares y sociales. Pocos son los que han alzado la voz para denunciar lo que no les parece correcto. Y casi nadie ha tomado acción directa cuando se pretende hacer algo cuyas razones no comparte. Dejamos todo en manos de las autoridades, que pese a su buena voluntad, no pueden juzgar con un amplio criterio sus actos, pues el contrapeso de su criterio es y debe ser precisamente la opinión pública.

Recientemente, con motivo de la remodelación necesaria de la alameda municipal, se derribaron algunos de los árboles. También, en el jardín municipal se derribaron 2 de los últimos 5 árboles de gran tamaño que quedaban, además de varias de las palmeras. ¿Qué razones se dieron para llevar a cabo estas acciones? ¿Se hizo de acuerdo a la norma estatal? ¿Se tenía conocimiento de la norma oficial NAE-SEMADES-001-2003, que establece los criterios legales para la poda, trasplante y derribo de árboles? ¿Qué valor le da la población y las autoridades a los árboles que están en las vías públicas? ¿Existe una conciencia colectiva ecológica? ¿El orgullo de sabernos innovadores en el manejo de la basura y los desechos sólidos hace que se nos olvide que el equilibrio ecológico depende de muchos más factores? ¿Alguien trató de impedir que esto se llevara a cabo o por lo menos exigió que se revisara la norma oficial?

Los beneficios de los árboles en la ciudad son muchos: ornamentar las vías y espacios públicos y privados; conformación de barreras, bardas o cercas vivas; moderación de ruidos, polvos, radiación solar y temperatura; permiten la captación de agua; disminuyen la contaminación; proporcionan sombra; participan en la producción de oxígeno y captación de carbono; sirven como refugio para algunas especies de fauna; y algunas especies proporcionan frutos comestibles; Además, históricamente se han empleado como punto de referencia y han llegado a representar un valor social particular. Por lo anterior, es obvio que su presencia es trascendente, ya que influyen en el mejoramiento de la calidad ambiental.

De acuerdo a la norma oficial, los criterios para derribar un árbol que su poda no resuelva los problemas y tampoco pueda ser trasplantado por sus características son los siguientes: Que su tronco obstruya las vialidades normales urbanas; que obstruyan la visibilidad en cruceros y esto sea causa de accidentes; cuando obstruyan el paso a las cocheras; que sus raíces destruyan cimientos, bardas o cañerías; cuando sus raíces levanten la carpeta asfáltica y esto sea un riesgo de accidentes; cuando se obstruyan líneas eléctricas o telefónicas y esto sea un riesgo para los transeúntes; que presente un estado fisiológico avanzado y que esto represente un riesgo; cuando se pretenda realizar una obra de ingeniería civil que represente un incremento en la calidad de vida de la población y que por sus características sean prioritarias (nodos viales, pasos a desnivel, entre otros).

Los criterios que NO justifican el derribo de un árbol son los siguientes: Por impedir la visibilidad de establecimientos comerciales, anuncios publicitarios, de monumentos y edificios públicos o privados; por realizar proyectos de remodelación en áreas verdes de carácter público si el arbolado se encuentra en óptimas condiciones y no significa riesgos; por sustitución de especies si el árbol se encuentra saludable; que por sus características genere hojarasca; por voluntad propia del derribador si el árbol se encuentra en óptimo estado; por evitar desechos de alimentación y defecación de aves anidadas.

Cabe mencionar que un árbol representa un riesgo cuando por sus características pueda caer debido a una lluvia torrencial o un fuerte viento. Estos riesgos se pueden reducir realizando podas adecuadas y dándole los cuidados necesarios para su especie.

Perdimos dos árboles necesarios para nuestra población. ¿Se justificó su derribo? ¿Éste obedece a alguna de los criterios antes mencionados? ¿Se analizó a fondo la norma oficial para tomar la decisión? ¿A alguien le importó? Y si a alguien le importó, y se enteró y lo vio venir: ¿Por qué no se hizo nada por impedirlo?

¿La indiferencia es la norma con la que decidimos el destino de nuestra ciudad?


Escrito por: Néstor Daniel Santos Figueroa


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los árboles que derribaron.

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Colectivo nacido en El Grullo con el fin de estructurar la organización del Festival de Arte y Cultura "Collage Cultural" en El Grullo. Luego de 9 años de realizarlo consecutivamente, el festival fue suspendido. El Colectivo ahora centra sus actividades en la difusión y gestión del arte y la cultura grullense dentro y fuera de El Grullo.